Cuando pienso qué es lo mejor de vivir en un pueblo pequeño, ya sea el mío, el tuyo, el prestado… me viene a la cabeza esa placentera sensación como de estar siempre de vacaciones. No es que estemos exentos de ganarnos el pan con el sudor de la frente, que no caerá esa breva, pero es que no hace falta esperar al fin de semana para desconectar y olvidarse de las preocupaciones. Es finalizar la jornada laboral o las obligaciones diarias y rápidamente surge un plan para disfrutar del día como si estuviésemos ociosos y nos dedicáramos a la vida contemplativa.
Para nosotros un buen plan es preparar la merienda, coger las bicis y ¡tarde de excursión! Vadocondes ofrece numerosas opciones para dar rienda suelta a esa afición: unos días nos da por hacer picnic en el monte a la sombra de pinos y enebros centenarios, otros hacemos una ruta por orilla del río escoltados por los chopos -nos encanta pararnos en el puente seco, de origen medieval, donde hay una acogedora zona verde con espacio para sentarse a reponer fuerzas-… En primavera y verano nos encanta pasear por los caminos entre tierras de cultivo y observar sus cambios cromáticos desde que el campo germina hasta que se agosta. Paisajes, colores, los girasoles florecidos… y ese olor a pan recién hecho que alimenta.
Y para ti ¿cuál es un buen plan?
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